Los siglos XVI y XVII, especialmente durante los reinados de Felipe III y IV, fue la época de mayor ensañamiento de la Inquisición contra los sodomitas. La mayor parte de los encausados fueron extranjeros, esclavos o de clases bajas, monjes y clérigos no se salvaron de esta barbarie. Cuando se trataba de nobles o personas con recursos, las penas se resumían en unas importantes multas (véase el caso de Luís Galcerán de Borja)
A mediados del siglo XVII disminuyeron las ejecuciones públicas enviando a los reos principalmente a galeras, sentencia igualmente horrible. No fue por un cambio de sensibilidad, sencillamente se quería evitar publicitar la sodomía a través de los temibles autos de fe.
Los recientes trabajos de Rocío Rodríguez (SODOMIA E INQUISICIÓN) Y Jaume Riera i Sants (SODOMITES CATALANS) nos muestran una larga lista de casos juzgados en esta época. El caso del esclavo Francisco Morales aparece en ambos ensayos.
Cuentan que fue denunciado por dos jóvenes, a los que conoció carnalmente "en una barraca, cerca de unas salinas donde trabajaban". El esclavo fue detenido por el administrador de las salinas entregándolo al Tribunal del Santo Oficio. En ambos trabajos aparece el mismo relato:
"Dijo (el reo al testigo) que si estuviera en galeras lo estimarían más que a una mujer y andaría vestido de seda, y en su tierra los muchachos que se echaban a los hombres, llevaban los calzones abiertos por detrás con botones de oro y plata, para hacerlo con más facilidad."
El otro testigo "dijo que había ido con su compañero a una barraca, y el reo lo besó y abrazó y le enseñó el miembro armado, diciéndole que se echase boca abajo para podérselo meter."
El reo declaró voluntariamente ante el tribunal, señalando la culpa en haber "comido muchos caracoles y bevido mucho vino", turbado por la bebida no recuerda lo ocurrido. El tribunal ordenó que fuera torturado para recuperar la memoria:
"Fue vuelto a pedir que se pusiese en tormento, para que hablase y se ratificase en la declaración hecha, y como el reo no quiso hablar ni declarar y se hizo el loco, se mandó que los médicos del Santo Oficio lo revisen y certifiquen su capacidad, los cuales hicieron relación de que no tenía enfermedad ninguna, y lo hacía por bellaco. Se le trajo a la sala para leer la sentencia de tormento. Se le notificó y bajó a la cámara, se le dieron cinco vueltas de guante y después en el potro, donde se le dieron dos vueltas y siempre dijo que no tenía nada que decir, que lo mataban".
Ambos ensayos señalan que la historia se acaba aquí desconociendo si el reo fue relajado o enviado a galeras: "Aqui bino falta esta relación, porque no biene lo que se hiço en esta causa después del tormento" Dice una nota al margen de autor y época desconocida.
A mediados del siglo XVII disminuyeron las ejecuciones públicas enviando a los reos principalmente a galeras, sentencia igualmente horrible. No fue por un cambio de sensibilidad, sencillamente se quería evitar publicitar la sodomía a través de los temibles autos de fe.
Los recientes trabajos de Rocío Rodríguez (SODOMIA E INQUISICIÓN) Y Jaume Riera i Sants (SODOMITES CATALANS) nos muestran una larga lista de casos juzgados en esta época. El caso del esclavo Francisco Morales aparece en ambos ensayos.
Cuentan que fue denunciado por dos jóvenes, a los que conoció carnalmente "en una barraca, cerca de unas salinas donde trabajaban". El esclavo fue detenido por el administrador de las salinas entregándolo al Tribunal del Santo Oficio. En ambos trabajos aparece el mismo relato:
"Dijo (el reo al testigo) que si estuviera en galeras lo estimarían más que a una mujer y andaría vestido de seda, y en su tierra los muchachos que se echaban a los hombres, llevaban los calzones abiertos por detrás con botones de oro y plata, para hacerlo con más facilidad."
El otro testigo "dijo que había ido con su compañero a una barraca, y el reo lo besó y abrazó y le enseñó el miembro armado, diciéndole que se echase boca abajo para podérselo meter."
El reo declaró voluntariamente ante el tribunal, señalando la culpa en haber "comido muchos caracoles y bevido mucho vino", turbado por la bebida no recuerda lo ocurrido. El tribunal ordenó que fuera torturado para recuperar la memoria:
"Fue vuelto a pedir que se pusiese en tormento, para que hablase y se ratificase en la declaración hecha, y como el reo no quiso hablar ni declarar y se hizo el loco, se mandó que los médicos del Santo Oficio lo revisen y certifiquen su capacidad, los cuales hicieron relación de que no tenía enfermedad ninguna, y lo hacía por bellaco. Se le trajo a la sala para leer la sentencia de tormento. Se le notificó y bajó a la cámara, se le dieron cinco vueltas de guante y después en el potro, donde se le dieron dos vueltas y siempre dijo que no tenía nada que decir, que lo mataban".
Ambos ensayos señalan que la historia se acaba aquí desconociendo si el reo fue relajado o enviado a galeras: "Aqui bino falta esta relación, porque no biene lo que se hiço en esta causa después del tormento" Dice una nota al margen de autor y época desconocida.