Para muchos autores Agustín de Hipona y Juan Crisóstomo son los principales autores del discurso homofóbico cristiano. Entienden que ni la Biblia ni el Nuevo Testamento muestran una aversión específica contra las relaciones homosexuales, mas allá de su rechazo hacia toda sexualidad no procreativa. Según ellos fue fruto de traducciones erróneas e interpretaciones poco rigurosas.
San Agustín antes de aceptar el cristianismo tuvo una amante con la que tuvo un hijo. Después arremetió duramente contra la presencia de la mujer en la Iglesia y condenó el "pecado nefando o contra natura". Lógicamente a pesar de las evidencias aportadas por las "Confesiones" del propio obispo, la Iglesia católica lo niega rotundamente.
Agustín de Hipona fue un obispo converso, misógino y homófobo. Antes fue pagano, tuvo relaciones homosexuales y estuvo casado, llegando a ser padre Él mismo nos habla de sus deseos carnales en sus confesiones:
"Cuando llegué a Cartago, a mi alrededor bullía un caldero de amores ilícitos. Yo nunca había amado y estaba ansioso por amar. ( ... ) Me parecía dulce amar y ser amado, y mucho más si podía disfrutar del cuerpo de la persona amada. De modo que contaminé el agua primaveral de la amistad con la suciedad de la concupiscencia. Enlodé su limpia corriente con el infierno de la lujuria y, a pesar de ser impuro e inmoral, con mi exceso de vanidad solía comportarme como un hombre de mundo que frecuenta los lugares elegantes que están de moda. Me zambullí de cabeza en el amor, ya que anhelaba que me atrapase"
Agustín bebió del maniqueismo que curiosamente era condescendiente con las relaciones homosexuales a pesar de que condenaba la búsqueda de los placeres sexuales. Él mismo nos habla de la dulce relación que mantuvo con un joven cristiano, "lo mas dulce que experimenté en mi vida", la relación duró un año pues el joven murió:
"Cuando llegué a Cartago, a mi alrededor bullía un caldero de amores ilícitos. Yo nunca había amado y estaba ansioso por amar. ( ... ) Me parecía dulce amar y ser amado, y mucho más si podía disfrutar del cuerpo de la persona amada. De modo que contaminé el agua primaveral de la amistad con la suciedad de la concupiscencia. Enlodé su limpia corriente con el infierno de la lujuria y, a pesar de ser impuro e inmoral, con mi exceso de vanidad solía comportarme como un hombre de mundo que frecuenta los lugares elegantes que están de moda. Me zambullí de cabeza en el amor, ya que anhelaba que me atrapase"
Agustín bebió del maniqueismo que curiosamente era condescendiente con las relaciones homosexuales a pesar de que condenaba la búsqueda de los placeres sexuales. Él mismo nos habla de la dulce relación que mantuvo con un joven cristiano, "lo mas dulce que experimenté en mi vida", la relación duró un año pues el joven murió:
"Fue arrebatado a mi locura para poder ser preservado contigo para mi consuelo. Pocos días después, estando yo ausente, regresaron las fiebres y falleció". San Agustín quedó desolado. "Todo lo que había compartido con él, sin él quedaba reducido a un tormento cruel. ( ... ) Me sorprendía que siguieran vivos otros mortales puesto que había muerto aquel a quien yo había amado como si no fuera a morir jamás. Y me sorprendió aún más el hecho de que mientras él estaba muerto yo estuviera vivo, porque él era mi "otro yo". Ya lo había dicho alguien refiriéndose a su amigo: que "era la mitad de mi alma". Había llegado a sentir que mi alma y la suya eran "una sola alma dentro de dos cuerpos". De modo que mi vida se convirtió en un horror. No quería vivir sólo con la mitad de mí mismo, y tal vez el motivo por el cual le temía tanto a la muerte era que entonces habría muerto la totalidad de mi amado amigo."
San Agustín antes de aceptar el cristianismo tuvo una amante con la que tuvo un hijo. Después arremetió duramente contra la presencia de la mujer en la Iglesia y condenó el "pecado nefando o contra natura". Lógicamente a pesar de las evidencias aportadas por las "Confesiones" del propio obispo, la Iglesia católica lo niega rotundamente.
Agustín de Hipona utilizó Sodoma y Gomorra como el paradigma de todas las impiedades y centra esta impiedad en el pecado sodomítico de sus habitantes. Utilizó por primera vez la relación entre Sodoma y el castigo contra la homosexualidad, aunque solo hasta el final de la Edad Media no se generalizó. Para él el acto carnal entre hombres era contrario al orden natural y por lo tanto violentaba a la voluntad divina.
Este obispo llegó a señalar que la sodomía era un crimen mas grave que fornicar con la propia madre y violaba la “sagrada” relación que existía entre los hombres y el “Creador”. El obispo de Cartago condenaba cualquier tipo de relación sexual "no procreativa", para él la unión de parejas del mismo sexo podía ser posible ¿adelphopoiesis?) siempre y cuando fuera espiritual y no física.
Este discurso sobre la sodomia parece que durante más de 600 años fue indiferente en el seno de la iglesia y el cristianismo, pero será la base por la que teólogos integristas como Pedro Damián o Ramón de Penyafort rescaten este concepto que llevará a reiniciar las persecuciones contra los homosexuales, Tomás de Aquino también condenó las relaciones homosexuales, aunque buscó otro tipo de argumentación.
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