Pablo IV persiguió implacablemente a los sodomitas de su tiempo mientras favorecía el acceso al cardenalato a familiares corruptos que tenían relaciones homosexuales.
Gian Pietro Carafa (1476-1559) fue prefecto de la Congregación del Santo Oficio a partir de 1542, los cronistas de su época hablan de un inquisidor amante de las torturas mas refinadas, llegó a montar en su propio palacio una sala con los más terribles instrumentos de tortura, para poder ver en directo el refinamiento de las actuaciones inquisitoriales.
El 15 de mayo de 1555, los cincuentiseis cardenales de que constaba entonces el Colegio Cardenalicio, elegían contra todo pronóstico a Carafa como Sumo Pontífice, siendo ya octogenario, escogiendo el nombre de «Pablo IV».
Pronto se rodeó de familiares ineptos y corruptos, siguiendo la mejor tradición vaticana. Entre ellos su "sobrino"(1) Carlo Carafa, un mercenario, asesino despiadado, acusado de múltiples fechorías, especialmente de la masacre de unos soldados españoles en Nápoles. Fue nombrado secretario de estado y hombre de confianza. En las fiestas privadas de este cardenal participaban los miembros de la familia Carafa y un joven llamado Ascanio, amante suyo, al que comparaban con Ganímedes. Los enemigos del Papa acusaban a Carlo de practicar el "pecado repugnante en el que no hay distinción entre hombre y mujer". (2) Pero este intolerante Papa miraba para otro lado.
Cardenal Carlo Carafa |
Pablo IV odiaba el sexo, por ello no es de extrañar su misoginia o su actitud frente a los sodomitas. Con él los sospechosos de serlo corrían el peligro de acabar en la hoguera. También detestaba a las mujeres, creía que el demonio las había dotado de senos insinuantes para distraer y tentar a los hombres santos. Llegó a establecer que si una mujer se desmayaba en plena confesión y ésta era "violada o sodomizada", la culpa era de ella por haber incitado al religioso. Por este concepto les prohibió su presencia en las entradas del Vaticano.
Obligaba a las mujeres mas jóvenes a lavar sus pecados flagelándose. Según Eric Frattini (2) se las obligaba a desnudarse para fustigar sus nalgas. Por esta práctica los inquisidores debían firmar un documento señalando que ella no les excitaba. Los inquisidores más jóvenes se les prohibía participar, pues "era mas de lo que todo hombre puede soportar".
También fue un feroz perseguidor de la herejía y el protestantismo. Y de los judíos a los que denominaba marranos, la causaban “asco, horror y odio y los encerró en unos guetos”. (1) Al igual que Hitler, su mayor placer fue quemar libros, judíos y sodomitas. Con la ayuda de su corrupto sobrino obligó a los judíos a llevar un gorro amarillo que los identificara y a recluirse en guetos, debiendo antes de traspasar sus propiedades a manos cristianas. Los que no aceptaban eran enviados a galeras.
Elaboró el primer índice de libros prohibidos, de obligado seguimiento por toda la cristiandad, bajo la intolerante mirada del Santo Oficio. La lista constaba de autores vetados (Boccaccio, Rabelais, Maquiavelo, Dante...), libros o volúmenes con textos que consideraban heréticos, como podían ser los de magia o astrología.
Fallecía en 1559 tras cinco años de reinado. En Roma estalló la alegría, derribaron sus monumentos, quemaron el palacio de la Inquisición y saquearon el convento de los dominicos y pusieron en libertad a los reos de la Inquisición.
(1) Sobrino era un eufemismo con que se nombraba a los hijos.
(2) Cita procedente de “Los papas y el sexo” de Eric Frattini.